La celebración del CARNAVAL es muy antigua. Es sabido que hace más de 5.000 años, en el antiguo Egipto, se celebraban unas fiestas donde la permisividad y cierto descontrol era patente. Vistas las fiestas de este corte en cualquier parte del mundo, con el nombre que se las haya querido dar, viene a demostrar la necesidad de la población de olvidarse por unos días de normas, muchas veces excesivamente estrictas y especialmente en cuanto a la moral se trata. Son fiestas para el escape y dar soltura y rienda suelta a los instintos tantas veces reprimidos.
Los estudiosos encuentran en el carnaval actual elementos supervivientes de antiguas fiestas y culturas, como por ejemplo la fiesta de invierno (Saturnalia), las celebraciones dionisíacas griegas y romanas (las Bacanales), las fiestas andinas prehispánicas y las culturas afro-americanas. Algunos autores consideran que para la sociedad rural occidental, fuertemente estructurada por la religión cristiana, el tiempo de «carnestolendas» ofrecía la oportunidad de mascaradas rituales de raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la inflexible formalidad litúrgica de la Cuaresma.
Como celebración pública tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana. La fecha para su celebración no es fija, pues igual se celebra desde finales de enero hasta principios de marzo, dependiendo del año en particular. Por lo general el uso de disfraces es la tónica general, y en otros lugares del mundo (Brasil) se celebra con desfiles suntuosos y muy llamativos y coloristas. El carnaval de Venecia también es muy conocido y muy original. No obstante, pese a la gran diferencia en sus celebraciones, el carnaval tiene algo que los hace comunes en todas latitudes, y es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. Cosa que, por otra parte, no viene mal.
