Este año 2010, al principio de su nacimiento, me hice el propósito de releer, si era posible, libros ya casi olvidados, y dejar las nuevas adquisiciones (soy un vicioso del libro) para más adelante. No ha sido del todo así, pues hay libros actuales de los cuales ya he comentado en este Foro que he leído, por ejemplo me viene a la memoria “Venganza en Sevilla” de mi paisana Matilde Asensi. Pero la gran mayoría de los que leo actualmente son libros que he retomado de mi vieja biblioteca, y algunos de ellos verdaderas joyas literarias. Este fin de semana pretendía releer a Thomas Mann con su obra “Confesiones del aventurero Félix Krull”, y me lo he leído de un tirón ayer viernes (no es muy extenso) con lo cual me da tiempo a retomar otro.
El personaje de Mann, Félix Krull, es un romántico asignado de una naturaleza artística, vive de su enorme imaginación, siente profundamente el carácter ilusorio del mundo y de la vida, y jamás puede acomodarse a una profesión burguesa, a la que, por principio y por tradición, parecía estar destinado. Favorecido individualmente por la naturaleza, nunca estará satisfecho de su individualidad. Experimenta Krull un violento deseo de salir de sí mismo para mezclarse con el todo, aspira a un mundo en algo que, en una fórmula muy simple, podría llamarse “panerotismo”.
En Félix Krull, Mann deposita, con una fría ternura —valga la aparente paradoja—, los episodios de la niñez y juventud. Pero este humor no es infundado, ni convencional, como no lo es nada en la obra de Mann. Por medio del humor, como polo opuesto a lo patético, Thomas Mann confiere a un hecho o a un acontecimiento el valor exacto que quiere darle. Es por este motivo que Félix Krull joven se declara capaz de ver el mundo según su antojo, tanto en lo grande como en lo pequeño; es decir, tomárselo en serio o como una simple diversión. He aquí uno de los valores peculiares y específicos de las confesiones del caballero Félix Krull. Uno de los valores que, en diferente proyección, más trascendental y más angustiada, Mann aplicará a sus figuras novelísticas.
En las páginas de esta bella obra, encontraremos muchas raíces y algunos embriones del fabuloso cosmos creado por tan grande autor. Por doquier toparemos prefiguraciones de lances, sensaciones, personajes y actitudes, en una suerte de reliquias vivas y palpitantes, de fuentes originales y de sensacionales antecedentes.
Los mundos que crea Mann, son fascinadores, son como una nebulosa agitada por mil fuerzas difíciles de contener, de la cual, con el paso de los tiempos, irán surgiendo sus mundos.
¿Conocen la obra de Mann? ¿No? Pues esta obra es un buen punto de partida, pero para los no aficionados a la lectura, y sí al cine, les recuerdo una obra suya llevada a la pantalla: “Muerte en Venecia”, ¿la recuerdan?
