Una buena amiga, salvadoreña, con la que mantengo casi a diario una pequeña conversación mediante un chat en otro Foro en Internet, ante mi comentario reciente acerca del porrón, me dice que en casa de sus padres tenían este artilugio, pero que en vez de cristal era de barro.
Supongo que se trataba de un BOTIJO, un recipiente de barro como ella dice pero destinado a refrescar el agua. Y del simple y humilde botijo voy a hablarles, pese a mi convencimiento de que lo conocerán.
Un botijo es una vasija de barro cocido destinado a refrescar agua. Posee una base redonda y un vientre abultado el cual se estrecha en la zona superior donde se encuentra el asidero por el que se agarra el botijo. A un lado del asa se encuentra la boca por la que se procede al llenado mientras que en el lado opuesto se halla el pitorro por el que se desliza el chorro de agua al beber de él.
El funcionamiento del botijo es muy simple: se basa en la refrigeración por evaporación.
¿Cómo se consigue esto? El botijo está hecho de un material muy poroso, la llamada tierra arcilla. Lleno el botijo de agua ésta se filtra por los poros de la arcilla y en contacto con el ambiente seco exterior se evapora por esos minúsculos agujeritos. Pero para pasar al estado gaseoso el agua necesita energía (calor) y puede tomarla del ambiente, pero también del líquido que queda interiormente, consiguiendo de tal forma bajar su temperatura.
Este efecto podemos comprobarlo en diferentes situaciones: por ejemplo en el riego de las calles en verano realizado para refrescar el ambiente; cuando nos colocamos una compresa mojada sobre la frente para disminuir la fiebre o cuando sudamos, ya que al evaporarse el sudor refrigeramos nuestro cuerpo. Como sabemos el agua es un elemento consumidor de calor, por eso resulta un agente refrigerante muy efectivo.
El botijo puede hacer que la temperatura del agua interior comparada con la temperatura ambiente exterior tenga una diferencia de unos 10 o 15 grados centígrados.
Hay infinidad de botijos, muchos de ellos verdaderas piezas de arte, muy decorados y también de diversos materiales, pero si lo que deseamos es enfriar el agua, como el humilde botijo de arcilla no hay otro igual. Aquellos otros de porcelana o pintados, lo que hacen es desaparecer los poros que la arcilla tiene, con lo cual el trabajo de la sudoración, al quedar eliminada, no trabaja como debiera.
Y ya, como información adicional, quiero decirles que Alacant, al ser zona de escasas lluvias, tiene en su terreno grandes zonas de tierra arcillosa, por lo que la fabricación de botijos es desde siglos muy extensa. Hay una población a escasos 20 kilómetros de la capital, llamada Agost, donde existen muchas alfarerías, que exportan estos recipientes, tanto los simples como los muy emperifollados, a toda España y a otros países.
Por otra parte, Alacant ha sido considerada como la playa de Madrid, pues ustedes sabrán que la capital española se encuentra en el interior de la península. A principio del siglo pasado, a los trenes que comunicaba Madrid con Alacant, especialmente en el verano, se les conocía como “el tren botijo”, pues en todo su trayecto y colgados de las ventanillas, habían estos utensilios para refrescar el agua que bebían los pasajeros. Por las playas, también existía "el botijero", alguien que transportaba un botijo entre los bañistas, y por unas monedas podías beber cuanta agua quisieras de ese botijo. El botijero caminaba cantando esta tonadilla:
—¿Quién la bebe?, ¡fresquita como la nieve!
Hoy, ciertamente, con los frigoríficos que nos suministran agua fresca y hielo, hemos dejado en olvido este simple recipiente, pero para quienes no lo conozcan, les aseguro que un buen trago de agua de un botijo, en una tarde veraniega, en nada tiene que envidiar a la que nos pueda suministrar el electrodoméstico; es más, si este botijo, lleno de agua, lo colocamos bajo un frondoso árbol enganchado en una de sus ramas, será el frigorífico quien lo envidie, pues agua como el botijo suministra no tiene comparación.
Precisamente, en eso pensé cuando leí su tema previo. Es como un cántaro de barro que suele mantener fresca el agua.
Recuerdo que mi abuela solía tener uno (a falta de refrigerador, bueno era un porrón) y cuando llegábamos luego de caminar un par de kilómetros para visitarla, nos obsequiaba con un vaso del frío líquido.
Hoy día, ya casi no se ven los porrones.
Por otro lado, en tiempos antiguos, cuando los bancos aún no se inventaban, la gente solía poner su dinero dentro de uno de estos recipientes y los enterraba en las afueras de sus terrenos para salvaguardar sus bienes monetarios, a esto le llamaban "la botija" o "la huaca"...
Vaya! el tiempo en el cual el dinero no ganaba interés, pero tampoco corría el riesgo que unos sinvergüenzas de saco y corbata se quedaran con lo que se había obtenido con el sudor de la frente...
Saludos a todos...
-- Edited by Angie on Sunday 27th of December 2009 03:50:39 PM
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Si no encuentras tu media naranja, toma tu medio limón agrégale azúcar, aguardiente, hielo y a disfrutar de la vida.
Ciertamente, estimada Angie, que mantener con ustedes un diálogo es muy enriquecedor, al menos para mí. Hoy por ejemplo, después de asombrarme, recapacito en una de sus frases y llego a la conclusión —usted me dirá si he acertado o no— de que cuando dice: “unos sinvergüenzas de saco y corbata”, debe referirse a la prenda que nosotros llamamos “chaqueta” o “americana”; saco, aquí, es el nombre que le damos a un recipiente de tela o cuero en donde meter objetos. Y como ejemplo le diré que las madres cuando los niños no se duermen los amenazan con que vendrá “el hombre del saco” y allí, metidos dentro, se los llevará.
Pero como hablamos del botijo, que es cosa bien distinta al porrón, pues éste es de cristal mientras el otro es de barro cocido, coincido plenamente con su abuela. El agua que nos ofrece el botijo es de un frescor muy saludable, distinto al que proporciona el frigorífico, pues aquél, al sudar el agua por los poros del recipiente, el frescor que se origina en su interior es más natural.
Hoy ya no se ven proliferar como antiguamente, salvo como adorno, y ya no son sencillos, sino que son pintados o bien de porcelana, cuyo material no hace la misma función. En otros tiempos en los campos era habitual, hasta el punto de que había una persona encargada de llevar y traer el botijo a los segadores para saciar su sed, sobre todo en los meses calurosos. Hoy están las mini neveras…
En casa, probablemente porque me gusta la tradición, nunca falta uno. Cada año se renueva, y le voy a narrar otra tradición del botijo ya perdida. El sábado de Gloria, que es cuando en Semana Santa se considera el día de la Resurrección de Cristo, las iglesias tocaban sin cesar las campanas, y las gentes tiraban a la calle los viejos botijos, llenos de agua, estrellándolos contra el suelo. Eso sí, procurando que nadie pasara por debajo de la ventana o balcón, porque un botijo, y más lleno de agua, pesa lo suyo. En las calles de las gentes ricas, estos botijos en vez de agua iban cargados de monedas, y los muchachos íbamos en busca de ellas.
De todo eso, amiga Angie, hace muchos años que ocurría. Las tradiciones se van perdiendo, la factoría Disney o la Coca-Cola van ganándoles terreno ¡Qué pena!
Correcto Garroferal! Le llamamos saco por estos lares a las chaquetas y también asustamos a nuestros hijos con el viejo del saco. En el caso de mis hijos, se los asusta con el viejito del saco de cebollas...
Saludos!
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