Les hablo de Daryl Hannah, la que fue la niña mimada en los años ochenta por la industria cinematográfica, tras ser descubierta por Ridley Scott en “Blade Runner”.
Teniendo en cuenta las escasas oportunidades que Hollywood ofrece a las actrices que rebasan la barrera de los cuarenta, Daryl no ha esperado que su carrera declinase en papeles cada vez más escasos y menos interesantes, por lo cual ha decidido reciclarse.
La sex symbol, que llegó a hacer perder la cabeza a John John Kennedy, y que si no la llevó a los altares fue por la férrea oposición de su mamá Jackelin, la cual tenía mejores planes para su hijo que verlo casado con una de las actrices más descaradas del momento, resulta que ahora se nos ha convertido en una activista medioambiental, de manera tal que hasta llegó a dar con sus huesos en la cárcel el pasado verano, al denunciar las explotaciones mineras a cielo abierto en los Apalaches.
La prestigiosa revista “Paris Match” nos la ha mostrado recientemente en su pequeña casa biológica, en la cual todos los materiales empleados son recuperables; se alimenta de las verduras que cosecha en su propio huerto; no dispone de televisión ni otros electrodomésticos similares, y cuenta con energía solar e, incluso, para su pequeño coche emplea aceite vegetal reciclado.
Hannah no ha dejado definitivamente el cine, pero las últimas intervenciones donde la recuerdo corresponden a “Kill Bill” I y II, donde, con un ojo tapado, mantenía duras riñas con Uma Thurman. Qué lejos queda aquella mujer violenta en extremo a esta otra que come las verduras de su jardín y recoge miel de las abejas, que viste camisa campesina, pantalones vaqueros y botas altas de goma. Me la imagino haciendo las conservas de tomate y otras frutas para el próximo invierno en su casa rústica, y creo que es otra mujer, que no es posible que sea la intérprete femenina de “Un, dos, tres”, “Splash” o “Wall Street”.
Su segunda residencia, llamada “Malibú”, no nos presenta perspectivas distintas; es una cabaña construida en los años veinte sobre un pabellón de caza, y con dos tiendas indias destinadas a sus invitados. Podemos pensar que ser un invitado en el paraíso californiano, no debe ser una bicoca si la anfitriona es Hannah.
Probablemente una de las ventajas de comer sano y ser vegetariano es que Daryl posee un cuerpo de sílfide a punto de cumplir los 49 años. Ella suele pregonar que vive al margen de la civilización, pero que es capaz de enfrentarse a ella si el combate merece la pena. Tanto es así que se pasó quince días colgada de un árbol centenario amenazado por los bulldozers, e igualmente la hemos visto al lado de Paul Watson en contra de los balleneros del Ártico que tiñen de sangre el mar en la caza de estos mamíferos marinos.
Pero, coqueta ella, aunque no lo confiese, poco antes de enfrentarse a los propietarios de las minas de los Apalaches, Daryl se hizo una operación de cirugía estética, como lo demuestran unas fotos suyas recientes. Cosa que no es criticable —al menos yo no la critico— porque los ecologistas no tienen porque, necesariamente, dejarlo todo en manos de la madre Naturaleza. Las razones de una activista siempre serán las mismas, pero si esa activista se nos muestra con un hermoso físico, pues miel sobre hojuelas, ¿no les parece?
