Acabo de leer un pequeño libro, pequeño por su extensión y formato, que no por su contenido, y basta saber a quiénes se debe la tutoría del mismo para entender lo gratificante que resulta su lectura.
Se trata de una recopilación de unas cartas publicadas en la revista italiana “Liberal”, cuyos artífices fueron, de una parte Humberto Eco, uno de los intelectuales europeos de más prestigio, y de otra Monseñor Carlo María Martini, cardenal jesuita y Arzobispo de Milán.
El libro, además, después de las correspondientes misivas cruzadas de ambos personajes a modo de diálogo epistolar, donde abordan asuntos confines de la vida humana, está enriquecido, como apostilla, por voces muy cualificadas, como la de los filósofos E. Severino y M. Sgalambro, dos periodistas: E. Scalfari e I. Montanelli, y dos políticos: V. Foa y C. Martelli.
Así, a primera vista, y naturalmente sin leer antes el libro, y debido a los personajes que lo interpretan, pudiera parecer que sea de un contenido y de un estilo literario difícil de entender para el no versado, por la calidad cultural de los mismos; pero es todo lo contrario, ambos usan de un estilo claro y diáfano, que, aún tocando temas de muy alto nivel, lo hacen de forma que se entienda, y su lectura, además de amena sea beneficiosa.
El libro se ha titulado ¿En qué creen hoy los que no creen?, titulo ya de por sí elocuente. Humberto Eco, hombre no creyente, expone sus puntos de vista sobre varios temas del hombre de hoy, los cuales son respondidos desde otra perspectiva, como es de suponer, ya que quien responde es hombre de iglesia; no obstante es un hombre no perteneciente al grupo ultraconservador de la iglesia católica, sino hombre más bien progresista.
Probablemente el hombre no creyente, una vez leído el libro siga sin serlo; y el que creyente, al concluir la lectura siga en sus creencias o bien las fortalezca a tenor de las palabras del prelado. Pero sea como sea, el libro es instructivo, y si tienen la oportunidad de leerlo háganlo, se lo aconsejo.
El libro comienza con una primera carta pública que Humberto dirige al Arzobispo. Dice así:
“Querido Carlo María Martini:
Confío en que no me considere irrespetuoso si me dirijo a usted llamándole por su nombre y apellidos, y sin referencia a los hábitos que viste.”
¿No les parece que el comienzo ya es sugerente?
Pues nada más por mi parte. Y, si lo han leído, ¿qué les pareció?, agradecería su opinión.
Suena como un tópico de gran interés Garroferal. La pelota en su cancha Cadejos, veamos quién se anima a recoger el guante y leer la recopilación de la que habla Garro!
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HAPPY HALLOWEEN MARA DE ESTADOS UNIDOS, FELIZ DIA DE LOS MUERTOS Y TODOS LOS SANTOS EN EL SALVADOR
No he tenido oportunidad de leerlo, pero en sí, el tema es bastante llamativo: En qué creen los que no creen??
Depende de la situación, será de los que no creen en Dios, de los que se denominan ateos per se? Pues, los humanos, sobre todo en estos tiempos que corremos necesitamos creer en algo, la mayoría nos volcamos a las religiones y otros nos vamos por lo meramente material: el dinero, los placeres, los vicios, los hombres algunas mujeres y las mujeres viceversa, a veces ciframos nuestra felicidad en la lotería, en los juegos de azar esperando un golpe de suerte que nos venga a resolver el mundo o la vida.
En resumen, no podemos decir que no creemos en nada... en algo creen los que no creen...
No creen??
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Si no encuentras tu media naranja, toma tu medio limón agrégale azúcar, aguardiente, hielo y a disfrutar de la vida.
No he tenido oportunidad de leerlo, pero en sí, el tema es bastante llamativo: En qué creen los que no creen??
Depende de la situación, será de los que no creen en Dios, de los que se denominan ateos per se? Pues, los humanos, sobre todo en estos tiempos que corremos necesitamos creer en algo, la mayoría nos volcamos a las religiones y otros nos vamos por lo meramente material: el dinero, los placeres, los vicios, los hombres algunas mujeres y las mujeres viceversa, a veces ciframos nuestra felicidad en la lotería, en los juegos de azar esperando un golpe de suerte que nos venga a resolver el mundo o la vida.
En resumen, no podemos decir que no creemos en nada... en algo creen los que no creen...
No creen??
Ese pequeño libro, estimada Angie, que como dije es la recopilación de un cruce epistolar entre un no creyente (pero educado en su juventud dentro de la iglesia romana) Umberto Eco, que usted sabrá de él probablemente por su famosa novela “El nombre de la rosa”, y el Cardenal Carlo María Martini, un hombre controvertido por su condición de “progresista” dentro de una iglesia jerarquizada, dogmática y gobernada casi siempre desde el conservadurismo más absoluto, trata de la ética vista y explicada desde esas dos partes tan opuestas: la del creyente y la del que no lo es.
Escriben ambos personajes sobre el aborto, del celibato, de que la curia romana esté únicamente compuesta por hombres y la mujer sea discriminada, y tantas otras cosas como pueda ser la “resurrección de la carne”, el Apocalipsis, etc.
La verdad es que yo desconocía por completo este libro hasta que un diario de tirada nacional, tendente hacia la izquierda política, hace unos días lo incluyó como obsequio. Este diario, cuya cabecera es “La Opinión”, acostumbra a regalar algún que otro libro en sus ediciones diarias.
Sinceramente creo que el creyente que lo lea seguirá al final creyendo, porque siempre se inclinará por las manifestaciones del Cardenal, y el no creyente hará idéntico, será la versión de la ética según Umberto Eco la que se ajustará a su “no creencia”, pero que no dejará de ser una creencia más, salvo que en su caso no esté impregnada por las doctrinas eclesiales.
Pero lo más sorprendente en mi caso fue comprobar cómo ambos contendientes, en un estilo de respeto absoluto, y con un estilo literario claro y sencillo, inusual a veces en personas de tan alto nivel cultural, llegan al lector no versado en conceptos teológicos.
Recomiendo su lectura a quien puede hacerse con un ejemplar. No le trasladará de un lugar a otro si su creencia o su duda tiene una base firme. A veces la no creencia suele ser más sólida que la fe pues acostumbra a basarse en razones; mientras que la fe, aún no estando ausente de razones más o menos sólidas, no siempre las necesita, simplemente le basta con una completa entrega o sumisión a unas ideas sin exigencias en profundizar en ellas o escudriñarlas.