Pues a mi Lula da Silva me cae bien,

¿qué quieren que les diga?

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Por lo general, de los políticos, ya estén en el Gobierno o en la oposición, casi nunca miro con detenimiento su color, si no más bien sus logros y su trabajo y esfuerzo.

Y de Lula da Silva son sus éxitos lo que me inclina a que su personalidad me caiga bien. ¿Cuál es el secreto de Lula? Pues pienso que su liderazgo sereno, basado en el pragmatismo, queda a la vista del mundo. Si se le llama socialdemócrata populista, como se le denominaba cuando era el “eterno” candidato a la presidencia de Brasil, no se entenderá porqué se le tiene como la vara de medir para todo cuanto pasa al sur de Río Grande.

Si hay un golpe de Estado en Honduras; si Uribe permite la instalación de bases estadounidenses; si se habla de integración de los países de América Central y del Sur, todo el mundo se hace la pregunta ¿Qué hará o dirá Lula? Y es que ni los Castro, Calderón, Chávez, Kirchner, etc., pueden ignorarle, y en su espejo se reflejan como fracasados o triunfadores en mayor o menor grado.

Y ahora, como la guinda que adorna la tarta, le llega la Llama Olímpica, porque incluso el G-20, sin el Brasil de Lula no tendría sentido. Los llamados BRIC, a saber Brasil, Rusia, India y China, son una demostración palpable de que el G-8 está cojo. La Unión Europea celebra cumbres con Brasil, y hasta Obama trata a Lula como su principal interlocutor en el Sur del continente.

Dispone Brasil de unos inapreciables recursos naturales, sin embargo tengamos en cuenta de que Rusia no le va a la zaga. En cuanto a recursos naturales Rusia los posee y en gran cantidad, pero aún así sigue sin salir del hoyo. Bajo el gobierno de Lula, Brasil es sinónimo de país atractivo para la inversión extranjera, un socio fiable que ofrece a los demás estabilidad, seguridad jurídica y buenas oportunidades de negocio.

Internamente su nivel económico se ha ampliado mucho en la llamada clase media. Es verdad que aún hay hambre, pero justo es reconocer que se ha reducido de forma espectacular con el programa llamado “Bolsa Familia”, de tal forma que no sería de extrañar que para el horizonte marcado —el año 2015—, su erradicación se consumara, y ya no se considera ese logro como una utopía. Ningún presidente brasileño hasta la llegada de Lula había logrado un cambio social tan profundo. Existen, no hay duda, desequilibrios internos, pero los amplios recursos y la competitividad  que impregna la sociedad brasileña actual, es reconocida por el Foro Económico Mundial como la mayor del planeta. Brasil está muy bien considerado para salir airoso de la crisis.

A Lula da Silva le queda un año en su mandato, y su sucesión dista de estar resuelta. ¿Podemos ver en ello una amenaza  para la supervivencia de su estilo? Ojalá fuera que no, por el bien del querido país, y por supuesto para todo su entorno. América Central y del Sur, necesitan líderes valientes, que lejos de bravatas y ensayos que a nada bueno conducen, lleven a sus naciones por la senda de la erradicación de la pobreza, del analfabetismo, del bienestar social y con un horizonte de integración continental en lo que a la parte central y sur se refiere. Y la moderación, la sensatez, el trabajo bien realizado, es la mejor receta. ¿No creen que unos cuantos Lulas al sur del continente americano será lo deseable?

Ustedes, amigos, con más conocimiento de causa que un servidor, por la cercanía, podrán darme la rezón o quitármela, pero esa es mi visión desde la lejanía y el desconocimiento profundo.

© Garroferal