“Firpo nos puede ganar en Metapán y en Usulután, pero una final, jamás.” Esa fue la frase con la que inició su discurso hacia los metapanecos Alex “la Rastra” Escobar y que más gritos y aplausos arrancó de los pobladores que se sumaron, el domingo pasado por la noche, a la fiesta del bicampeonato jaguar, celebrada en el parque central de la ciudad calera.

Asimismo, este fue el resumen del zaguero sobre el juego ante Firpo, emocionado por haber conseguido su tercer título de campeón en el redondo nacional con el equipo que lo mostró en la primera división y que le ha valido para estar en la selección cuscatleca.

El preámbulo para recibir a los campeones nacionales inició, aunque parezca extraño, en el centro de la casa de su hermano mayor, y vecino, FAS. Ir a Santa Ana era como meterse a la boca del tigre, pero era cuestión de familia: el campeonato había sido alcanzado por el menor de la casa.

En las aceras de la Ciudad Morena hubo quema de llantas, todo para avivar la llama de alegría del equipo metapaneco, que ha trabajado de la misma manera en los dos últimos torneos y justo premio fue la obtención del bicampeonato.

Los niños, esos que sueñan con vestir algún día la camisa de Metapán, eran los que esperaban con más ansias el paso de su equipo para, al menos, poder ver la copa del Clausura 2009.

Los jugadores metapanecos coincidían en sus palabras, aunque breves, pero con el mismo fin, de dedicarle el título a todo el pueblo calero, que ha caminado con ellos en todo el torneo.

Ya en casa —la verdadera casa—, el más asediado por el público fue “la Rastra”, quien aceptó el reto de una admiradora del equipo para demostrar que los futbolistas también pueden bailar. Y lo demostró con buenos pasos, los de moda, para dejar atrás el mito de que los deportistas no le hacen al baile.

Otro de los que se animó a mover el bote fue el hondureño Ernesto Noel Aquino, quien no lo hizo igual que su compañero en la zaga, pero que igual se llevó las palmas de todos.

Un arreglo floral fue otro de los premios que recibió Metapán en las manos de su entrenador, Edwin Portillo, reconocimiento de una fiel aficionada del bicampeón nacional.

Pero los créditos de este nuevo logro, desde su ascenso a la primera división en 2001, eran para el autor del gol, Alexander Amaya del Cid, quien no estuvo en la celebración, pero que dejó grabada en la retina de cada aficionado el tanto que vale un campeonato más para escribir en los pergaminos de su equipo.

Todo mundo en Metapán quería tocar la copa y si no lo hicieron fue por pena, porque era una fiesta familiar, solo era cuestión de subirse a la tarima y pedirle el trofeo al jugador que la tuviera y sacarse una instantánea, si así lo querían.

La copa se paseaba por todo el escenario montado en el parque y se apoderaba de la mirada de todos. Era la invitada que no debía faltar al festejo.

El afecto que demostró todo Metapán por sus héroes tras el título —el tercero en la historia del club— no tiene precio. Habrá que ver si de nueva cuenta le responden al equipo calero en el próximo torneo, por aquello de las taquillas.