Una vez pasada la Semana Santa, año tras año, las playas de Alacant —¿he dicho alguna vez que Alacant es conocida como “la Costa Blanca” en Europa?—, pues, como digo, pasada esta semana, las playas comienzan a tomar otro aspecto; se reabren los restaurantes playeros y chiringuitos; se llena la zona arenosa de hamacas y sombrillas; y se colocan en su puesto de vigía los llamados “socorristas”. Son, mayoritariamente, hombres jóvenes, muy preparados para asistir a cualquier bañista que por no saber nadar, o por adentrarse a zonas muy lejas de la costa, puedan verse en un peligro de ahogamiento.
Muchas veces ocurren estos percances al no hacer caso a las banderas que indican la peligrosidad del baño, que, como supongo sucederá en lasplayas salvadoreñas, el color verde indica que no hay problema alguno, el amarillo precaución, y el rojo prohibición total de bañarse salvo que sea en la propia orilla.
Si observan ustedes la foto que acompaño, que pertenece a la playa de Sant Joan, a escasos ocho kilómetros de la capital, el socorrista es “una socorrista”, y, a lo que se intuye, joven y guapa.
Bueno, si uno tiene la desgracia de sufrir un percance en zonas donde no se hace pie, con el peligro de ahogarse, poco importará que sea un o una socorrista quien te rescate del peligro, pero como en estos momentos la bandera es amarilla, la mar está tranquila y no hay peligro alguno, voy a adentrarme unos metros más allá, y sabiendo que esta joven y guapa socorrista hoy está de guardia, haré como si me ahogara, moveré los brazos insistentemente y hundiré mi cabeza bajo el agua mientras grito alguna cosa para llamar su atención.
Espero que con sus prismáticos me localice, coja rápidamente el fueraborda y venga a rescatarme. Yo me haré el casi ahogado por si ella se hace la valiente y practica el boca a boca para salvarme. La idea me parece acertada, por lo tanto, permítanme ustedes que me despida… ya estoy adentrándome enla mar... y grito con todos mis pulmones: