Este fin de semana, mientras esperaba que mi hija terminara su clase de los sábados por la tarde, leía un librito que me regalaron cuando terminé el 9o grado titulado "El hombre que lo tenía todo, todo, todo" del guatemalteco Miguel Angel Asturias.

A lo que quiero llegar, es que leía el pasaje en el el hombre que lo posee todo, todo, todo le dice al pontífice lanado lo siguiente:

"- Todo hombre, Santidad, es propietario de todo, todo, todo, pero se cohíbe, se contiene y no lo dice. Mi riqueza, mi poseerlo todo, todo, todo, consiste en eso, en salir en las noches estrelladas, alzar los ojos al cielo, y sentirme dueño de cuanto mis ojos abarcan..."

Lo que quiere decir, que a veces, el imaginar que lo que entra por nuestros sentidos es nuestro. Puedo sentirme dueña de un atardecer, cuando lo presencio mientras mis hijos andan en sus bicicletas por el parque. Soy dueña de aquella casa que se denomina el Castillo Venturoso cuando me imagino que la habito y que deambulo por sus habitaciones y pasillos...

Hoy, que fue un fin de semana lluvioso, salí de casa y disfruté un día lluvioso, ver calles mojadas, lluvia cayendo, clima fresco, árboles mojados, gente corriendo de la lluvia y fui feliz, me sentí feliz, era dueña del ambiente...

Cuando contemplo la enorme luna llena que aparece en es espacio frente a mi puerta y se refleja en el piso, es mía, mía, mía. Mi luna!

En esos momentos, tengo riqueza, por lo menos en mi imaginación...

(Ah! por si acaso, NO me he tomado las 3 oz de Chiva's Regal...)